PARTE 1
Me desperté sobresaltado, con el corazón latiéndome a cien por hora. Me incorporé. El sudor recorría mi esbelto cuerpo dejando un rastro húmedo a su paso. Mi pelo moreno estaba revuelto después de una mala noche. Otra vez había tenido una de esas pesadillas tan habituales en mi, sobre ese día, n el que se perdieron las dos vidas más importantes para mi.
Posé mis pies descalzos sobre el suelo lleno de baldosas color naranja. Dirigí mi mirada hacia el despertador. Eran las cuatro y media de la madrugada.
Como todos los días, silencioso como una sombra, me dirigí hacia la ducha. Al pasar junto al cuarto de mi hermano abrí lentamente la puerta. Solo quería comprobar que seguía en su cama. Ahí estaba, durmiendo plácidamente sobre el colchón. Seguí mi camino hacia el baño. Me duché con agua fría para temsar mis músculos, seguidamente, me enjaboné el pelo con ese champú olor a lavanda que tanto me gustaba. Me sequé rápidamente con una toalla. Me vestí con mi habitual camiseta negra de manga corta y unos pantalones vaqueros también color azabache.
Antes de salir de casa, me dirigí hacia la habitación de mis padres. Era una habitación muy pequeña y estaba casi desértica, había dos mesas y dos sillas. Una de las mesas era muy pequeña, encima suya habían, dos urnas y dos fotos. En una de las fotos, se veía la cara de un hombre mayor. Podía llegar a tener los 50 años. Su pelo canoso tenía pequeños rasgos color negro, sus ojos eran de ese mismo color, ojos que yo he heredado. Su nariz era pequeña y aguileña. En su cara se podían ver cientos de arrugas: en los labios, cejas, frente.....
En la otra foto, se veía a una mujer mucho mas joven. Tendría 35 años. Era preciosa. Su melena rubia era muy larga, le llegaba por la espalda. Sus ojos verdes eran del color de una brizna de hierba recién cogida en primavera. Una gran sonrisa, dejaba al descubierto sus dientes blancos y rectos. Eran mis padres.
Me arrodillé ante las fotos y las urnas. Estuve unos instantes en silencio.
Ya hacía tres años que mis padres habían muerto. Tres años que yo había tenido que cuidar de mi hermano solo, tres años teniendo que ganarme el sustento para vivir. Eso no era algo muy normal para un chico de 15 años.
Al fin hablé:
-Padre, madre, hoy ya hacen tres años desde que el destino decidió acabar con vuestras vidas. Tres años de dolor, sufrimiento y tristeza. Pero ya veis, sigo aquí. He conseguido salir adelante durante un año más.
Tomé un descanso y respiré un poco.
-Deberíais ver a Tomy, como ha crecido, que mayor se ha hecho. Dentro de dos semanas ya cumple los doce años. Es increíble a la velocidad que pasa el tiempo.
Bajé la mirada con tristeza. Les echaba mucho de menos. Proseguí:
-Bueno, debo irme, no puedo entretenerme más. Hoy comeremos con vosotros. Padre, madre, adiós.
Antes de irme, hice una reverencia. Salí de la habitación y cerré la puerta. Detrás de mi, oí una respiración. Me giré. Era Tomy. Se había despertado.
Sonreí a mi hermano pequeño y le dije:
-Siento haberte despertado pequeñajo. Anda, vuelve a la cama y descansa un poco más, es muy temprano.
Tomy, apenas podía abrir los ojos. Al verle, me recordó a mi madre. Ella, también era muy dormilona y siempre que se levantaba tenía cara de sueño.
Mi hermano se parecía mucho a mi madre: los mismos ojos, el mismo pelo....
Tomy bostezó. Después dijo:
-¿A que hora volverás hoy Jack?
-Estaré aquí para la hora de comer, y por la tarde libro. Hoy decides tú lo que hacemos. Ahora, anda, vuelve a la cama, yo tengo que ir al trabajo.
Se dirigió hacia las escaleras, las subió vagamente. Me quedé quieto hasta que oí como se cerraba la puerta, después, salí de casa.