Escuchó una voz familiar antes de tomar otro bocado de tempura con elos palillos, de modo que alzó la mirada y se asombró ver, frente a ella, en los mimos comedores, al mismo Kanda Yuu, a quien le dirigió una mirada calmada.
SHIHOUIN YORUICHI:- Claro que no. Toma asiento, si gustas- le dijo ella con el tono grave y claro de su característica voz, de forma afectuosa hacia el peliazulado. Una sensacón de máxima seguridad se apoderó de ella, así como una sensación de suma calma. Cuando Kanda se hubo asentado a su lado, una extraña sensación de acercamiento, una ensación que probablemente jamás sería capaz de averiguar por sí misma. Había pasado tiempo, meses o quizás escasos años, desde que las circunstancias les separaron y ahora volverían a reunirles, bajo el enorme techo de la Orden. Kanda, durante estos meses o años ya pasados, se había convertido en todo un hombre. Pese a todo ello, ella mostraba su néutra expresión en el rostro, que quizás no era reconocible con respecto a la cara variable de expresión que mostrara hace nueve o diez años.- ¿Cómo te fue todo, Kanda?
Cuando pareía que Kanda iba a contestar, un científico llegó con un golem y les informaba que tenían una misión ambos en Austria, que tenían que acudir allí cuanto antes. El chico les dió los ítems necesarios, ante la desafiante expresión que emanaba de los japoneses y que ponía los pelos de punta, de lo que no fue excepción el joven científico, que se largó.